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martes, 3 de noviembre de 2015

No da todo lo mismo...



Respuesta a Alberto Buela, convocando a todos los peronistas y nacionalistas
a votar contra el Macrismo el próximo 22 de Noviembre.

por Augusto Bleda

Alberto Buela [1] ve en las elecciones del pasado domingo 25 de Octubre el fin del ciclo kirchnerista iniciado en 2003. Hecho que estaría evidenciado no sólo en los resultados sino también en los desgarramientos y tensiones que atraviesa este espacio político a su interior.

Su análisis tiene un primer registro, que parte de los sujetos que protagonizan la contienda electoral, considerados individualmente. Esto parece justificarlo diciendo que en nuestro sistema de gobierno el presidente tendría más poder que un monarca absoluto. Dejando de lado este supuesto compartido con la oposición institucionalista liberal (el de que el poder presidencial de los Kirchner ha excedido toda medida [2]), la caracterización personal de los candidatos se centra en endilgarles el provenir de familias empresarias ligadas al Estado, ser millonarios, estar divorciados, tener familia italiana, ascendencia judía y afinidad con el actual Papa.

Pero además de equipararlos personalmente, con un cariz racista racionalmente inaceptable como argumento, los señala como ideológicamente convertibles. La definición ideológica que arriesga para englobar finalmente la posición de los dos candidatos es la de “bobismo intelectual mezcla de pequeño burgués con un libertario liberal” (sic). La definición corresponde a una caracterización del Mayo francés hecha por Philippe de Villiers, un político conservador-católico francés. Buela, sin embargo, no da la referencia. Más allá de esto, ¿realmente se corresponde en algo el mayo francés con Macri y Scioli? ¿Hay algo de pertinente en ello para la situación que atraviesa el país? En ambos niveles de su análisis, en lo personal y lo ideológico, Buela no parece confrontar sino con sus propios fantasmas proyectados sobre los dos candidatos.

La caracterización personal de los mismos, en efecto, atrasa cien años y recuerda las persecuciones contra los inmigrantes europeos de principios del siglo XX a manos de ‘nacionalistas’ oligárquicos. La definición ideológica, por su parte, es la propia de un tipo de conservadurismo de escaso vuelo filosófico, más ajustado a cuestiones morales y confesionales que políticas. Su operación política por excelencia es plantar enemigos frankfurtianos incluso donde no los hay y hacer de ello la contradicción política fundamental. En este caso Buela, referente de sectores nacionalistas y peronistas ortodoxos encuentra en un aristócrata francés nacido en la monárquica Vendeé (¿dónde sino?) consideraciones de rápida aplicación a nuestra realidad nacional. Aristócrata galo al que se supone que exime de contar sus dólares, de ser un empresario capitalista y de reclamar la baja de impuestos. ¿Será por el sólo hecho de tener sangre azul y defender la ‘verdadera fe’?

A estos síntomas ha de sumarse la vulgaridad. Echando mano a su habitual sorna campechana casi al pasar se refiere a Scioli como el nuevo representante de los “KK” [3].  De modo que súbitamente los aires aristocráticos de las misas en latín se mezclan con el olor a bosta del complejo sojero-inmobiliario y el ruido de las cacerolas. De fondo se deja escuchar ese lema que dice “la Patria es el campo”. Quizá sea la cercanía de esos sectores, o de sus deposiciones históricas, lo que incline a Buela a las metáforas escatológicas, y no justamente a las cristianas, que le permiten simpatizar con las victorias del PRO.
                                                                                                       
No exageramos. Según Buela, el kirchnerismo está en agonía y no sólo todo indica que Macri puede ganar, sino que “hay que votar a Macri para que se vayan los kirchneristas” (sic). Del diagnóstico pasamos, pues, a los hechos. Pero a diferencia de otros votantes del PRO, Buela lo hace con conocimiento de causa. Su mismo artículo afirma expresamente que Macri no tardará en entregarse al capital financiero y a quienes dominan los destinos del continente desde que se tenga memoria. Nos preguntamos, ¿se trata del mismo Buela que presentó a Alexander Dugin en su visita a la Argentina? Parece que la defensa de la multipolaridad y la oposición al liberalismo anglo-atlantista como enemigo principal de los pueblos del mundo, o no se lo toma muy en serio, o se permite muy licenciosamente ponerlo entre paréntesis a causa de su furibundo antikirchnerismo. No parece ser una postura hondamente meditada como habría de exigirse de un filósofo.

Buela, el intelectual disidente del nacionalismo vernáculo, sólo aporta sus síntomas y su voz es atendible sólo a causa de la urgencia que atraviesa Argentina. Dichos síntomas hacen erupción a causa de las contradicciones ideológicas que lo azotan. La única de ellas que realmente nos importa aquí es que siendo un peronista, un nacionalista, un intelectual disidente sugiera el voto a Macri. ¿Es concebible? ¿En base a qué argumentos?
                                                                                                       
La conclusión final a la que arriba Buela es considerar aceptable un voto cínico por Macri, entendido como ‘castigo’ al kirchnerismo. Este sería para él un uso positivo del derecho a sufragio, una forma de rechazar el pueblo a su propia clase política. Pero a diferencia de él creemos que si hay algo a lo que todos los argentinos, sean peronistas, nacionalistas, socialistas o comunistas deben decirle un NO rotundo y unísono es al neoliberalismo pro-yanqui encarnado, sin filtros y en estado puro, en la figura de Mauricio Macri. Macri sostiene como programa lo que para Rusia significó Yeltsin y para Argentina Carlos Menem: las privatizaciones, el endeudamiento con los organismos de crédito multilaterales, las ‘relaciones carnales’ con los EEUU, el ajuste fiscal y el hambre.

Scioli, por el contrario, es nuestro Medvedev [4]. Pragmático, moderadamente liberal pero ubicado por la historia dentro de un bloque político con aspiraciones modernizantes keynesianas. Comprometido a sostener ciertas políticas del kirchnerismo que lógicamente no nos conforman a los que sostenemos posiciones duras nacionalistas, peronistas, o de izquierda, según el caso, pero que contribuyen ciertamente a la constitución de un mundo multipolar y cuyo desarrollismo cargado de tintes simbólicos nacional-populares constituye un marco desde el cual es posible concebir y luchar por cambios más radicales.

Los gestos más valientes del kirchnerismo, por ejemplo la forma en que encaró la provocación israelí y norteamericana suscitada a raíz de la muerte de Nisman, su giro hace unos años tendiente a buscar un entendimiento judicial con Irán en torno al atentado a la AMIA, y la profundización de las relaciones con China y Rusia, representan señales de que en tanto Estado se vio obligado a entender que la viabilidad de un Estado depende hoy día de una opción geopolítica por la multipolaridad. Cabe ciertamente la posibilidad de que Scioli adopte posturas más ‘moderadas’ a este respecto, tendientes a recomponer las relaciones con Estados Unidos y otras potencias, pero no pasa de una posibilidad, pues su ambigua figura representa ciertamente una incógnita. Todo indica que seguirá más o menos el rumbo trazado por los Kirchner, un pragmatismo de identificación peronista con decisiones tendientes a resguardar ciertos márgenes de autonomía en política exterior a base de negociación y resguardando en la medida de lo posible el mercado de trabajo autóctono.

Lo cierto es que no podemos rifar nuestro futuro y el del continente a la reacción neoliberal explícita por nuestras diferencias con estos gobiernos muchas veces ambiguos, cuyas concesiones han sido más de una vez mayores de las que toleramos pero que no se alinean automáticamente con el enemigo liberal. En todo el continente se vive esta polarización. En Venezuela y en Brasil, principalmente y con las particularidades de cada caso. Pero lo que está en juego en todo el continente es un margen de autonomía e integración regional considerable que hoy tenemos, y que en manos de los opositores neoliberales significa volver al proyecto del tratado de libre comercio con Norteamérica (ALCA). Como principio general, por todo esto, tenemos que dejar de dudar a la hora de enfrentar con toda nuestra energía el neoliberalismo atlantista en todos los frentes de Nuestra América. Eso implica votar por Daniel Scioli en el escenario de ballotage del próximo 22 de noviembre.

Y aquí cabe una aclaración. Lo más relevante de todo esto no se trata en ningún caso de los personajes considerados individualmente. Alegar como si se tratase de un argumento que tanto Scioli como los Kirchner apoyaron a Menem en su época, tiene tanto sentido como decir que Putin formó parte del gobierno de Yeltsin. Es decir, no significa nada, porque la historia acaba poniendo a los hombres en distinto lugar. Y los discursos que entretejen y configuran sus responsabilidades los desbordan en una u otra dirección, con mayor o menor intensidad según el caso y la coyuntura. Ni la historia, ni la política son una película de Hollywood donde protagonistas buenos se enfrentan a protagonistas malos. Se trata, más profundamente, de símbolos, gestos y fuerzas históricas que nutren la vida común de nuestro pueblo. Las corrientes nacionales y emancipatorias que soterradamente atraviesan los distintos espacios políticos antiliberales confluirán más tarde o más temprano en el rechazo de su imagen invertida, Mauricio Macri. La lucha no comenzó en esta elección ni terminará en la próxima. Tampoco empieza ni acaba en las urnas. Nuestra lucha no tendrá resquemor alguno en salir a las calles a defender la patria y el pueblo de sus más graves amenazas. Pero esta lucha por la liberación nacional y social tiene el 22 de Noviembre una cita de las más incómodas, cuyo condimento trágico no nublará su claridad para condenar al principal enemigo, Mauricio Macri, eligiendo a Daniel Scioli presidente de la Nación. Luego, la historia dirá. Pero no nos cabe duda que una buena y contundente derrota de Macri no supondría un límite sólo para el PRO, sino también para el mismo Scioli y para cualquiera que eventualmente pretenda un giro a la derecha en nuestro país. Llamamos a todos los peronistas y nacionalistas argentinos a no seguir el camino irresponsable de abrazar el remate del país y las conquistas de los trabajadores por rencores de partido hacia el kirchnerismo que está dejando el poder. Poder que no caerá en las mismas manos de ganar Scioli, cuyo equipo de gobierno es visiblemente otro. Y que, por cierto, deberá corregir ciertas políticas heredadas y por fuerza buscar consenso hacia el conjunto del peronismo no-kirchnerista si pretende tener un gobierno viable, considerando el reparto de poder en el parlamento. Scioli es la única opción de gobernabilidad y estabilidad económica alternativa a la guerra social que es la consecuencia necesaria de la política económica neoliberal macrista que plantea de antemano y con todas las letras el congelamiento de salarios y jubilaciones. Carlos Melconian, economista de cabecera de Macri, que suena como candidato a ocupar el Ministerio de Economía, dijo estos días, textual, que “ya no se pueden subir más sueldos y jubilaciones[5]. ¿A quien se le ocurre darle visto bueno al triunfo de este sector, aunque no fuera más que de manera subrepticia? No caben aquí medias tintas. Hay que rechazar de frente el programa de retorno al 2001. Hay que rechazar que la crisis económica generada bajo las condiciones estructurales de una economía de mercado excesivamente hostil la tengan que pagar los trabajadores. Hay que rechazar que para resolver los errores de la política económica del gobierno tengamos que poner a un embajador del sector financiero en el poder. Hay que rechazar a Macri y votar a Scioli, mientras nos seguimos formando y preparando para la lucha que recién comienza. Hay que rechazar la espera de un caudillo redentor que promueven algunos y hacernos cargo de nuestro futuro con responsabilidad y capacidad crítica. Para hacer historia hay que rechazar los argumentos honestistas que llaman a la parálisis política o al cinismo de los especuladores. A ello nos llama la próxima elección. Ojalá estemos como pueblo a la altura de las circunstancias.
                                                  


[1] Comentamos su nota “El batacazo de las últimas elecciones” aparecida en el sitio Tribuna de Europa: http://tribunadeeuropa.net/2015/10/30/el-batacazo-de-las-ultimas-elecciones
[2] Bastaría con revisar la cantidad de medidas de gobierno que fueron frenadas en instancias legislativas o judiciales para constatar lo contrario, empezando por la famosa resolución 125, la aplicación de la sancionada ley de medios, el intento de reforma judicial, el memorandum con Irán, etc.
[3] Alusión oblicua al excremento (‘caca’) que es propia del léxico pergeñado en los cacerolazos que se dieron en los últimos años contra el gobierno saliente por sectores de ingresos medios y altos.
[4] Cabría decir más al respecto sobre esto, posiblemente en otro artículo. Ver lo que decía en su momento Dugin sobre Medvedev: https://www.youtube.com/watch?v=Qb79K-dR7HA
[5] Fuente: http://www.ambito.com/noticia.asp?id=814432

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